Prólogo: Los Caballeros del Albatros
Sir Esmund contemplaba junto a su sobrino Cardoman, su escudero, la lontananza. En esa noche donde las lunas de Ikenia estaban en su apogeo, regando de una luz poco habitual todas las tierras que divisaban, ardía un castillo fortaleza próximo rodeado de un mar de antorchas, a su alrededor a distancias variables, brazos de fuego abrazaban numerosos puntos, en una vorágine increíble de fuego y destrucción. Desde el balcón de sus aposentos, en la Fortaleza Oscura, una basta y gigantesca construcción arrancada a la montaña cuya entrada estaba oculta por una caverna natural difícil de localizar, pues para llegar a ella no sólo alguien tendría que atravesar el bosque de las perdidas y llegar a una ermita antigua protegida por diversas trampas todas ellas mortales, si no que además debería sobrevivir a los monjes guerreros que la custodiaban, educados desde pequeños en la verdad oscura y juramentados a muerte en la protección del secreto de la Orden, Sir Esmund mostraba un rictus casi imperceptible ante tamaña destrucción. Cardoman miraba presa del pavor los grandes fuegos, mientras miraba a su tío sin atreverse a pronunciar las palabras que le pasaban por la mente.
Tras un largo espacio de tiempo Esmund dirigió su mirada a su escudero que no pudo esconder su estupor ante el drama que estaban presenciando.
Dime Cardoman ¿qué ves? – Sir contemplo la destrucción de todos los asentamientos y fortalezas de la Orden. – ¿Eso es lo que percibes? – Sí, mi señor, el vulgo se ha levantado y por lo que se divisa esta destruyendo todo aquello que pertenece a nuestra orden.
-A simple vista eso es lo que parece, cierto es, pero Caroman tienes que aprender a ver más allá de lo que tus pupilas te enseñan. Esto no es más que el nuevo resurgir de la Orden. -¿Cómo puede ser eso tío? !Todas las propiedades arden, Sir Rallen y Sir Costan han caído en la fortaleza principal, cientos de caballeros han sido quemados y los pocos que quedan estarán vagando, huyendo como parias de cualquiera que pueda localizarlos, para salvar la vida¡ – Eso precisamente era lo previsto.
Cardoman miraba sorprendido a su superior, era el Gran Caballero del Albatros, custodio del secreto de la Orden y le acababa de comunicar que la destrucción de todo aquello que tras más de cuarenta años la orden había conseguido, incluso las últimas adquisiciones añadidas tras conseguir por fin que el Rey Jacob prácticamente expulsara a los Caballeros de la Rosa del reino bajo la acusación de intento de traición a la corona. Algo que se había conseguido tras unos años de sembrando dudas, compra de lenguas cercanas a aquellos que influían en las decisiones del reino, y la creación de altercados que habían debilitado y distraído a los Campeones de la Rosa esperando el momento en el cual los propios Caballeros fallaran y se distrajeran de su cometido, proteger de la oscuridad al reino.
-Ven, te lo explicaré mientras cenamos… Todo comenzó cuando tras la muerte del Tirano Frerdorak, el nuevo Rey Jacob, su pupilo, decidió que por el bien del reino en él tendrían cabida los malditos caballeros de la Rosa y relego a la Orden a una posición comprometida…
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